En el nombre del K.O.

Superar la barrera de la burocracia fue solo cuestión de paciencia y nosotros no teníamos paciencia. Así que después de varias cargas de caballería inútiles en la Batalla de la Administración, decidimos subcontratar a los eficaces mercenarios de una asesoría.

Pero lo verdaderamente difícil fue elegir el nombre. Nos pasamos meses reuniéndonos en bares y llenando servilletas de papel con palabras absurdas. Entonces nos parecía un ritual original, una digna adaptación castiza del garaje de Apple, pero luego descubrimos que estábamos siguiendo al pie de la letra todos los escalones de la incipiente e indigesta mitología del emprendedor. Nuestros rituales no eran originales, pero eso no era lo peor: tampoco eran eficaces. Pasaban los meses y seguíamos sin nombre. Guillermo, que algo sabe de ordenadores, preparó una encuesta digital con los tres nombres finalistas propuestos por cada uno de los (entonces) tres socios.

 - Vuelva usted mañana (Guillermo cayendo en tópico de Larra)

 - Armadillo feroz (Álvaro cayendo en la excentricidad decadente)

- f5 (yo cayendo en el metamensaje, la renovación del periodismo, bla, bla, bla)

Se lo mandamos a cien amigos y ganó f5 con mil votos. Algo olía a podrido. Se abríó una investigación y descubrí que dos amigos míos se habían pasado toda la mañana en el trabajo apretando al botón f5 de sus ordenadores para recargar infinitamente el voto de f5. Se lo expliqué a mis socios, les aseguré que yo no tenía nada que ver y les intenté explicar la hermosa simetría cósmica del tongo. f5 para que gane f5. El tongo que se muerde la cola, no sé si me entienden. Ellos no me entendieron y anularon la votación.

Y en ese momento, en ese clima de desconfianza, miedo y parálisis, abrimos un libro de George Lois, el portadista de Esquire en la década de los 60 y 70.

Suya es la portada de Muhammad Ali martirizado como San Sebastián, después negarse a combatir en Vietnam.

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Suya es la primera portada antibelicista publicada por un medio importante de Estados Unidos.

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Sobre esta portada cuenta Marc Weingarten en La Banda que escribía torcido:

La portada rompería con las típicas parodias que habían dado renombre a Esquire desde que George Lois fuera contratado en 1962. Lois —cuya empresa, Papert, Koenig, Lois, había revolucionado el mundo de la publicidad estadounidense gracias a sus diseños punzantes, gráficamente atrevidos y aptos para todo tipo de productos— era un maestro no solo en el uso de la ironía ácida, sino también en el manejo de la tipografía como elemento gráfico. La portada de septiembre mostraba a un proletario pintándose los labios, con el titular «How Our Red-Blooded Campus Heroes Are Beating the Draft». Ese era el viejo enfoque de Esquire acerca de Vietnam. El titular de octubre auguraba algo más oscuro y amenazador: la nueva realidad perversa de la guerra. Era una cita, ligeramente modificada, que habían sacado de la crónica de Sack. Estaba escrita con letras blancas sobre un fondo negro, un recurso que Lois había utilizado previamente en un anuncio de jarabes para la tos:

«Dios mio, le hemos dado a una niña».

La verdadera historia de la compañía M, desde Fort Dix a Vietnam.

«Tan solo saqué la cita del texto», dijo Lois. «Poner en peligro a la gente, de eso iba la guerra». Cuando Lois presentó la portada a Hayes, «Harold casi se cae al suelo. Era la primera portada antibelicista publicada por una revista importante». Lois avisó a Hayes: «Vas a perder a muchos patrocinadores por esto». Hayes se quedó en silencio, miró a Lois y susurró: «Lo has clavado».

Y suya era la portada que nos golpeó en la cara y que habría de dar nombre a nuestra editorial: la portada del combate por el título mundial de los pesos pesados entre el defensor Floyd Patterson y el aspirante Sonny Liston, entre el atormentado, educado, políticamente comprometido con los derechos civiles Floyd Patterson y el delincuente, malencarado, violento, con vínculos con la mafia Sonny Liston. O como diría el excesivo Norman Mailer, con esa capacidad suya tan fascinante como irritante para barnizar la brocha gorda con plasticidad narrativa: entre “el prototipo de liberal para liberales…que rumiaba las mismas palabras que las vacas liberales: introspectivo, obligación, responsabilidad” frente a Liston “la eperanza de cualquier desesperado, el fumador de cigarrillos, el beodo, el yonqui, el consumidor de drogas ligeras, el que echa una mano para resolver problemas por la vía dura, la pita tirada, la maricona, el navajero, el matarife de alquiler…”

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A Patterson, el miedo lo devoraba. Acudía a los combates con una barba y un bigote postizo para escaparse sin que nadie le reconociera. Como le explicó su preparador D’Amato a David Remnick en Rey del mundo: “le falta instinto asesino. Es demasiado civilizado, demasiado bueno con los rivales. He estado aplicándole todos mis recursos psicológicos, a ver si lograba calentarle la sangre, pero no hay nada que hacer: le falta el toque la maldad”.

Aquella noche del 25 de septiembre de 1962, en el Comiskey Park de Chicago, Sonny Liston noqueó a Patterson en el primer round. Fue el tercer KO más rápido de la historia de los pesos pesados.

"Por el modo en que cayó supe que no volvería a levantarse", dijo Sonny Liston.

Y tenía razón: Floyd Patterson nunca volvió a levantarse.

Aquella noche, entre el público había un joven y fanfarrón y relativamente desconocido Casius Clay que le gritaba a todo el que quisiera escucharle que él sería el próximo campeón del mundo; estaba Norman Mailer excitado ante El Gran Acontecimiento Memorable; un horrorizado Gay Talese que se había hecho amigo íntimo de Patterson (“me di cuenta de que algo en mi interior había quedado destruido”), el poeta beatnik LeRoi Jones fascinado con Sonny Liston “él es el subdesarrollado, el desposeído (políticamente ingenuo), el país atrasado, el vasallo, que por fin viene a reclamar su libra de carne”.

La portada de Esquire que inspiró nuestro nombre salió publicada dos semanas antes del combate. No solo es una genialidad de George Lois, también es una predicción y un golpe de suerte. Explica el propio George Lois:

Decidí hacer una pieza surrealista sobre la derrota, sobre cómo la gente trata al perdedor en el ring, en los negocios o en la vida. Harold Krieger hizo la foto en el StNichols Arena de la West 66TH street, un par de semanas antes del combate. Usé un modelo negro con la corpulencia de Floyd Patterson. Yo admiraba a Patterson, pero sabía que Liston lo machacaría. La portada tenía que ser sobre el perdedor del combate y si quería ser fiel debía acertar con el color de los pantalones Everlast que luciría Patterson. Pero Cus D’Amato, el manager de Floyd, se negó a darme esa información. Así que hice dos versiones, una con pantalones negros y otra con pantalones azules. Me gustaron las dos fotos, así que decidí echarlo a suerte lanzando una moneda al aire. Ganó la portada de los pantalones negros. Dos semanas después de que saliera la revista con esa portada, tuvo lugar el combate: Liston derrotó por KO a Patterson en el primer round. El púgil derrotado vestía pantalones negros Everalst (¡había acertado!). La portada fue un éxito y se agotó rápidamente. Era una portada sobre el combate, pero también quise mostrar lo que supone la derrota en nuestro áspero mundo: que te den por muerto. Nadie quiere a un perdedor.

Pero nosotros hemos terminado queriendo mucho al perdedor Floyd Patterson, aunque nuestro estilo en el ring editorial se parezca más al baile de Muhammad Ali exasperando a los púgiles Kid Planeta y Huracán Amazon, aunque nos emocione la soledad y la marginación que sufrió Sonny Liston cuando, al aterrizar en su Philadelphia natal después del combate, fue recibido entre la indiferencia y la hostilidad por unas autoridades y unos vecinos que se avergonzaban de él.

Elegir el K.O. como nombre de nuestra editorial tuvo algo de reflejo ingenuo, de falsa fascinación por la derrota. La imagen nos impactó y nos pilló con la guardia baja. Esa primera intuición iría, poco a poco, degenerando en un relato coherente y compacto. Porque todo el mundo tiene un relato al que aferrarse: las naciones, los clubes de fútbol, las relaciones de pareja, las etiquetas de los vinos. Y las editoriales.

Cuando nos preguntan el porqué del nombre de Libros del K.O. ponemos cara sesuda y decimos cosas como: “elegir el K.O. y la derrota como escudo de armas no era solo una manera de bajarnos los humos y de reconocer nuestras carencias. No solo era una manera de reivindicar la no ficción como una herramienta capaz de noquear al novelista más engolado. Era también nuestra manera de regodearnos festivamente en el fatalismo y, dando tumbos en la lona, gritarle al mundo: Todo va a salir mal, y nos parece estupendo”.

No, seguramente tampoco era eso. Nadie debería frivolizar con el K.O. ni con el boxeo. Pero es que entonces todavía no habíamos leído a Manuel Alcántara, que dejó dicho: “El boxeo es un deporte al que nadie llama juego”. A lo que nosotros añadimos: el mundo editorial es un negocio al que nadie debería llamar negocio.


Libros del KO
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3 Respuestas

Libros del KO
Libros del KO

enero 19, 2015

¡Muchas gracias a ambos! Celebramos que os haya gustado. Lo de F5 era buena opción, pero ni la peor dictadura hubiese aceptado un pucherazo tan chusco ;)

Damián
Damián

enero 17, 2015

Muy buen texto.
Damián.

Luis Pedraz
Luis Pedraz

enero 16, 2015

Gran entrada, muy interesante ver de donde venís….solo hay un problema, ¡f5 era brillante!
¡Seguid así!

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