mayo 19, 2017

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Promocionar es morir un poco

 

Mi canción preferida de fútbol no habla de fútbol. Mathematically safe, de los Half Man Half Biscuit, va de levantarse cada mañana junto a la mujer que amas. Tiene que ver con pasear por el barrio, sin hacer caso a las alarmas del teléfono y sentirte matemáticamente salvado. Entre líneas, claro, habla de respirar en mayo. De caminar liberado en pleno mes de junio e irte a la playa arrastrando las suelas de los zapatos con gesto de alivio eterno. Mi canción favorita de fútbol la conocen cuatro gatos porque la sensación que describe está reservada a cuatro gatos. A los aficionados de los equipos grandes les suena a chino, pero al resto nos emociona sin remedio. Salir del curro a las cinco, cobrar ese día y dormirte a las diez mientras tu novia te roba tu parte de edredón, qué momento precioso del día. Y qué momento glorioso de la temporada cuando las cuentas cuadran. Cuando puedes gritarle a todo el mundo que estás matemáticamente salvado. ¡Al carajo, nos vemos el próximo año en el mismo sitio! Resistir como estilo de vida. Rascarse los bolsillos, encontrar un caramelo y llorar. Relamernos porque estamos matemáticamente salvados es felicidad pura para los Carpantas del fútbol. Ese dulce lo recibo con algarabía y familiaridad. En cambio, hay otro caramelo cuyo contenido ignoro hasta que lo abro. Una sensación agridulce que me ha acompañado durante toda mi vida como seguidor del Oviedo. Hablemos de promocionar.

 

En los mayos y junios de promoción, el reloj se detiene y el mundo se vuelve más simple. El hincha vive con lo justo, solo piensa en fútbol, se vuelve un obseso maniático, aprende más geografía que en toda la EGB. El hombre queda reducido al mínimo común denominador. Ninguna felicidad tan plena como la de romper la tapa de la alcantarilla a cabezazos y regresar al lugar que te pertenece, ningún duelo tan triste como el verano tras un descenso. Yo he vivido nueve playoffs con el Real Oviedo. Nueve mayos y junios de sufrimiento, purgatorios, limbos e infiernos, desde 1988. Me gusta pensar que todavía me mantengo como un hombre cuerdo porque el balance está repartido. En cinco ocasiones saludamos el verano bañándonos en pelotas en la fuente de las celebraciones, pero en cuatro prendimos fuego al estadio y nos consumimos todos juntos como muñequitos de goma hasta el año que viene.

 

Saliendo de la calle Oscura, Sergio Cortina (Libros del K.O. 2017)