Cuando regresó a Nueva York, no encontró mucho que hacer excepto leer revistas que, según su opinión, proporcionaban una versión hollywoodiense y constreñida de la guerra en Vietnam, algo que no encajaba con su experiencia bélica. En una carta que le envió a Harold Hayes [editor de Esquire] y en la que le proponía un nuevo enfoque, John Sack mostró su malestar con los medios de comunicación más importantes:
El Time de esta semana los tiene [a los soldados] saliendo del buque del ejército «esbeltos, bestiales y en busca de pelea», y en Esquire están «tranquilos» y sus palabras también desprenden un tono tranquilo. Y aquí, en el periódico de la tarde, se cita a uno de ellos diciendo: «Oí decir que iba a ir a Vietnam. Me gustó. Quería un poco de acción».
Mira, esto es el ejército, supongo que todavía se hacen algunas chapuzas, que los cocineros se dejan las cáscaras en los huevos revueltos, que las conversaciones en la parte trasera del cuartel versan sobre tías a las que los soldados se han tirado, que la más terrible obsesión de un sargento es el brillo de sus botas militares… que un número determinado de soldados no tienen ni la más remota idea de dónde está Vietnam o por qué van allí.
¿Dónde, se preguntaba Sack, dónde estaban los «inútiles, los estúpidos, los holgazanes, los bocazas, los paranoicos, los catatónicos, los incompetentes, los que ahora eran objetores de conciencia y ahora no, los pupas, los lloricas, los palurdos, los tipos vulgares, los Don Juanes, los manazas, los sádicos y, por supuesto, los cabrones?».
Este es un fragmento de La banda que escribía torcido, de Marc Weingarten, un libro que publicaremos dentro de poco. El periodista John Sack no soportaba la condescendencia de la prensa estadounidense hacia sus combatientes, hacia «nuestros muchachos», de manera que decidió empotrarse con las tropas en Vietnam para dar cuenta de aquello que veía. El resultado apareció en un reportaje en la revista Esquireen octubre de 1966 («Dios mío, le hemos dado a una niña»), con portada de George Lois. Sack fue el primero en reflejar lo absurdo de aquel conflicto y puso en alerta a muchos estadounidenses.
La prensa, en muchas ocasiones, se deja llevar por la condescendencia y cae en una triste dejación de funciones. Pasó al comienzo de la guerra de Vietnam. Si lo pensamos bien, algo de eso ocurrió en España antes de la crisis. Ningún periódico se preocupó por los desmanes económicos y políticos. «Nuestros muchachos», podrían haber dicho los directores de medios refiriéndose a quienes mandaban. Si los periódicos fuesen honestos, quizás deberían haber dejado de escribir editoriales desde que estalló la crisis. Hubo dejación de funciones en el periodismo español, sí, pero John Sack no vino al rescate.
Aquí se puede leer M, el texto de John Sack.
Libros del K.O.
Autor