OK COMPUTER, por Alberto Sáez Silvestre

La melancolía es lo contrario a la ilusión, la alegría o el fervor, eso dice el diccionario de sinónimos y antónimos. Yo no vivo cómodo en esa definición y para mí la melancolía no está asociada a la tristeza. Es un lugar en el que habito en un pasado feliz y necesariamente mejor, de recuerdos impostados y de detalles maquiavélicamente pulidos, como los trozos de cristal que el mar devuelve romos y asombrosamente redondos. 

La realidad me dice que hoy, HOY, se cumplen 26 años del lanzamiento de OK Computer.

En mi cabeza es domingo, tengo mucho bajón y algo de resaca, me pongo por primera vez la cinta de OK Computer, empieza “Airbag”, tuerzo el gesto. No me está gustando mucho, este disco no pinta bien, me digo con excepcional tino. Pero no lo paro, ni ese día ni muchos otros en los que devoro el disco una y otra vez. 

En mi cabeza suena instintivamente “Let down” y estoy deambulando cerca de la Escuela de arquitectura de la UPM, porque me he hecho con unas claves de internet de un alumno amigo mío y allí tienen los mejores ordenadores de Madrid para conectarse a internet, una cosa que el 21 de mayo de 1997 muy poca gente hace, y menos aún tener internet en su casa. 26 años después me sorprendo en este teclado desde el que llevo las cuentas y en una parte pequeña las riendas de ¡Oh cielos! Una editorial y una productora. Pero ¿qué broma es esta? Yo estoy escuchando “Lucky” en el discman, porque ya tengo el disco original, bajando por la calle Velarde hacia el Dosde, allá imagino que estarán mis amigos con unas litronas porque realmente no he quedado con ellos, simplemente nos encontraremos. 

Estoy en segundo de ADE, en la biblioteca de Ciencias Económicas y Empresariales de la Complu, me examino dentro de poco de Matemáticas financieras, no la aprobaré en esta convocatoria, suena “No surprises” y mi cabeza piensa obsesivamente en una sola persona, y sabe a ciencia cierta que esa persona no está pensando en ese momento en mí. “No surprises”, suspiro. 

Suena Radio3, el programa se llama Bulevar y pinchan “Karma Police”, es verano, estoy estudiando toda la pila de asignaturas que me han quedado para septiembre, entre ellas claro matemáticas financieras, estoy en la escuela de Industriales, en la Castellana, hace muchísimo calor y el bedel anda como loco hablando solo… “Al alcalde le van a dar un premio, ¡tapones en agosto!¡tapones en agosto!”, el calor es insoportable y cada muy poco tiempo salimos al césped a tomar unas cervezas, así no aprobaré nada, efectivamente acabaré aprobando muy pocas asignaturas. Quién sabe cuál es la razón por la que hoy el aniversario de este disco tenga este efecto hipnótico sobre mí, quizás sea porque lo escuché con la furia de los veinte años, quizás porque lo devoré con la rabia de quien quiere conocerlo todo, empaparse del mundo e inmolarse contra él, porque había que estar en el mundo y ser el mundo, y solo la música tiene la capacidad de hacernos sentir que pertenecemos a algo cuando tienes esa edad en la que necesitas adhesiones inquebrantables y certezas absolutas. 


Lucía Perez Oroz
Lucía Perez Oroz

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