Recuerda que tenía tres años. Recuerda que estaba en la sala de espera del Hospital Naval de Buenos Aires acompañando a sus padres –sordos- a una consulta médica. Recuerda que los turnos –en ese lugar- no eran anunciados por parlante sino con señales luminosas y que entonces ella, la única oyente de la familia, no estaba obligada a avisar nada y podía jugar en paz: cuidada por los adultos a los que ella –a los tres años- ya cuidaba.
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“La otra voz”, por Josefina Licitra, en Señorita Li.
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Libros del K.O.
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